El Amazonas está atravesando por uno de sus peores momentos. Por un lado, la sequía que sufre la Amazonía brasileña, la peor en 50 años, pone en riesgo la vida de la fauna y la flora, la más rica del planeta, y de los casi 200 mil habitantes que viven de los recursos naturales de aquella zona. Por otro lado, la deforestación de la selva amazónica registrada el año pasado fue casi la peor que se ha dado nunca, según el Gobierno brasileño, que aseguraba que en 2004 se han quemado más de 26 mil kilómetros cuadrados de selva, casi un 6% del total.
Como consecuencia de que las lluvias apenas han alcanzado un 40% de lo esperado, lo que supone uno los índices más bajos de los últimos cien años, se ha reducido en unos dos metros el nivel del principal brazo del Amazonas. Muchos riachuelos de la cuenca del Amazonas, donde se concentra el 20% del agua del mundo, se han secado casi por completo, lo que está originando la aparición de toneladas de peces muertos, barcos abandonados, paisajes desérticos y pastos que se han empezado a pudrir, lo que provocará que el agua no sea potable cuando aumente nuevamente. Asimismo, la sequía ha dejado a miles de comunidades aisladas en una región donde los ríos muchas veces son el único medio de transporte. Ante la gravedad de los acontecimientos, las autoridades del Estado de Amazonas han decretado el estado de calamidad pública.
Los meteorólogos que estudian el Amazonas creen que el fenómeno es resultado del aumento de la temperatura del Atlántico, que en 2005 registra temperaturas superiores a la media, entre 0,5 y 4 grados centígrados, algo que ocurre en períodos de entre 15 y 20 años, y que impediría la formación de nubes en la zona. El Instituto Brasileño del Medio Ambiente ha alertado que la sequía podría prolongarse dos años, aunque según el Servicio Hidrológico de Brasil la situación podría cambiar, ya que el río Solimoes, principal afluente del Amazonas, está subiendo cerca de 10 centímetros por día debido a las lluvias que caen en sus nacientes, en Perú.
En cuanto a la deforestación, las fotografías vía satélite e información registrada indicaron que se han quemado y cortado extensiones récord de bosques tropicales en 2004. Para evitar esta situación, el Gobierno de Brasil anunciaba hace unos meses un programa de protección por el que se castigaría a los responsables de la deforestación y se reordenaría la posesión de la tierra, entre otras medidas. Sin embargo, diversas asociaciones ecologistas lo consideran insuficiente, y así WWF, por ejemplo, asegura que, más que por los esfuerzos del gobierno, la reducción de la deforestación vendrá por la desaceleración del mercado agrícola. Greenpeace denunciaba en un estudio el alarmante deterioro social y ambiental producido por la invasión de las tierras, en muchas ocasiones de manera ilegal, que llevan a cabo madereros y ganaderos en la selva, donde la violencia, los asesinatos y «una variante moderna de la esclavitud» serían habituales.
Se puede decir, por tanto, que aunque no existe unanimidad en las cifras, los científicos apuntan un futuro poco esperanzador para el Amazonas de seguir con las actuales prácticas de destrucción.
Así, mientras algunos científicos sugieren que la rapidez de la deforestación podría acabar con el 40% de la selva en 15 años, otros llegan más lejos al apuntar que la destrucción de la selva tropical del Amazonas podría ser irreversible en una década, y que podría desaparecer totalmente en menos de medio siglo.
Amazonas, el pulmón del planeta
En 1541, el conquistador español Francisco de Orellana descubrió el río Amazonas. Su nombre se debe a que Orellana se abrió camino luchando contra los indígenas, incorporándose mujeres guerreras a los combates, por lo que, en su honor, el río se denominó De las Amazonas. El río nace en la selva del Perú y recorre también la frontera peruano-colombiana, que después hace frontera tripartita con Brasil para desembocar finalmente en el Océano Atlántico. Aunque existen controversias acerca de su longitud es, junto al Nilo, uno de los dos ríos más largos del mundo, con 6.785 kilómetros de largo y primero en caudal.
En cuanto a su cuenca, ocupa más de siete millones de kilómetros por hora, aunque se considera que la selva amazónica llega a los seis millones de kilómetros por hora, siendo la selva tropical más extensa del mundo y considerada «el pulmón del planeta», al contener la décima parte de todos los bosques del planeta. Su extensión se reparte en siete países, de menor a mayor: Ecuador, Venezuela, Guyana, Colombia, Bolivia y Brasil, siendo este último país el que ofrece más de la mitad de su extensión, con aproximadamente 3 millones y medio de km². A lo largo del río viven innumerables cantidades de grupos autóctonos procedentes del Perú, Colombia y Brasil.
Bajo su extraordinaria frondosidad conviven diferentes hábitats y la mayor diversidad genérica del mundo animal, estando presente toda la fauna de la selva tropical húmeda sudamericana. En este sentido, el número de especies de peces y plantas acuáticas existentes es tan grande que enumerarlas es prácticamente imposible. De hecho, los científicos afirman que existen en ella innumerables especies de plantas, aves, anfibios e insectos todavía sin clasificar.
Fuente: Consumer