Aproximadamente hace cuatro mil años, súbitamente el esplendor de una cultura se apagó de forma dramática y violenta. La evidencia de este caos cultural, ha sido encontrada por los arqueólogos en las tablillas de arcilla conocidas como las «lamentaciones de UR», ciudad Babilónica azotada por un cambio climático demencial, que sólo ahora estamos en posición de entender gracias a los estudios de los geólogos en las capas de hielos milenarias de los glaciares, estas evidencias científicas nos indican que la destrucción cultural no fue fruto de guerras o pestes, sino que por el contrario, de grandes desordenes climáticos que produjeron sequías de varias décadas, lo que extinguió toda forma de vida.
Hoy nuevamente nos enfrentamos a las inefables fauces de un cambio climático global, y naturalmente la pregunta que esta subyacente es ¿es el fenómeno climático del súper-niño quien nos amenaza?. La respuestas de la ciencia es escabrosa, no sólo es este fenómeno climático, sino que además, dejará de ser cíclico y se transforma en algo permanente. La contundencia de esta respuesta, esta avalada en estudios de la temperatura de los océanos ( Pacifico central ) durante un período de cincuenta años, que indican un alza de un grado, no existe consenso respecto de que origino esta alza, pero la mayoría de los estudios denuncian que se debe en parte al efecto invernadero, por la quema de combustibles fósiles, pese a ello, en donde si existe un gran consenso es en los efectos que esto ocasionaría en el corto tiempo, ya que en virtud de modelos computacionales se puede predecir los efectos.
1.- El desplazamiento de una maza de aguas cálidas desde la costa de Australia hacia, las costas del Perú y Ecuador. Este efecto seria totalmente desastroso, porque ello traería sequías a toda Sudamérica, y la principal reserva de la biósfera el AMAZONA se secaría, lo cual produciría un efecto dominó perverso, porque esta reserva, constituye el único gran pulmón verde del mundo, que absorbe el dióxido de carbono y purifica el aire que respiramos, al destruir este ecosistema, los niveles de dióxido de carbono serias tan elevados, que nuestro aire se tornaría irrespirablemente toxico, el nivel de la temperatura aumentaría y el afecto invernadero seria más crudo.
Este modelo predictivo es para los próximos cincuenta años, y naturalmente que existe preocupación en parte del mundo, porque las causas no están del todo aclaradas, ya que es evidente que nuestra contaminación ocasionó parte del potencial desastre( quema de combustible, clorofluoro carbono), pero por desgracia no es la única causa de ello, ya que los científicos miran con atención otros fenómenos exógenos a la contaminación humana, que potencia la eventual hecatombe, mayor actividad solar desde 1990, la aparente inversión de los campo electromagnéticos de la tierra, todos ello fenómenos estudiados, pero cuya causa basal se desconoce con exactitud. Estos argumentos científicos, hacen dudar del continuo llamado de organizaciones ambientales a cuidar nuestro planeta, ya que el problema por su gravedad, puede ser atenuado con una conciencia ecológica global, pero difícilmente puede ser desterrado de nuestro futuro próximo.
Fuente: El Rancahuaso y otros