Miércoles, 25 de febrero de 2009: La misión OCO (Observatorio Orbitador de Carbono) naufragó en las frías aguas de la Antártida. Apenas tres minutos después de su lanzamiento, el satélite encargado de medir las concentraciones de dióxido de carbono en el planeta quedó atrapado sin posibilidad de salida en el revestimiento de protección del cohete.
Es el primer sonoro fracaso de la administración espacial estadounidense desde que el pasado año celebró sus bodas de oro. Pero escuece más en un momento de ajuste económico que ralentiza las nuevas misiones preparadas por la agencia y que ha visto cómo su primer cazador de CO2 ha convertido en papel mojado una inversión de 210 millones de euros.
Aquí os mantengo el texto del artículo que se había publicado:
Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.
«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tiene precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.
El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirma el investigador principal del proyecto, David Crisp.
Por ese motivo el nuevo satélite, que tiene el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, está equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que sirve como control porque permanece constante en la atmósfera. Según las previsiones de los científicos, completará una vuelta cada 99 minutos y pasará por el mismo lugar cada 16 días. Además, posee un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el Hubble.
Este observatorio espacial ayudará a mejorar el conocimiento que se tiene en la actualidad del ciclo del carbono, algo fundamental para ayudar a los responsables políticos a tomar las decisiones adecuadas para nuestro clima en cada momento. O lo que es lo mismo, para mantener nuestra calidad de vida, si aún es posible.
Fuente: El Mundo