El calentamiento climático incrementa la formación en torno del Círculo Polar Ártico de lagos de deshielos. El derretimiento del “permafrost” (el suelo casi perpetuamente congelado de las regiones que bordean el Círculo Polar Ártico), favorece la descomposición de grandes cantidades de carbono que se encuentran atrapadas en él.
El proceso acarrea la expulsión a la atmósfera de metano (CH4), cuyo poder de efecto invernadero es 20 veces superior al del dióxido de carbono (CO2). Ese círculo vicioso (“lazo de retroacción positiva”, para los expertos) ha sido subestimado.
Así lo atestiguan los trabajos de un equipo de investigadores norteamericanos y rusos, que reevalúa fuertemente al alza la contribución de los lagos de deshielo siberianos al efecto invernadero.
Según Katey Walter, investigadora del Instituto de Biología Ártica de la Universidad de Alaska, esos lagos podrían emitir “cinco veces más metano que lo estimado anteriormente”. Los autores se basan en un nuevo método para medir la liberación de gases por ebullición, es decir, por el afloramiento a la superficie de grandes burbujas de metano. El fenómeno, circunscrito a zonas muy precisas de las extensiones de agua, había sido hasta ahora desdeñado: en realidad, demuestra ser crucial.
Los lagos estudiados (llamados lagos de deshielo) se forman debido al calentamiento de las capas superiores del permafrost. “Al derretirse estas, acarrean hundimiento de los terrenos (o “thermokarsts”) donde el agua puede estancarse, reposando en las capas sedimentarias inferiores que siguen congeladas”, explica Gerhard Krinner, investigador del Laboratorio de Glaciología y Geofísica del Medio Ambiente (CNRS y Universidad Joseph-Fourier, de Francia).
“Hasta ahora, las mediciones de las emisiones se hacían mediante el estudio aleatorio de zonas en la superficie de esos lagos, sin tomar en cuenta a esos lugares localizados, donde el flujo de metano resulta muy importante”. Agrega Krinner que “las estimaciones anteriores consideraban principalmente las capas sedimentarias superiores. Las nuevas cifras incluyen lo que es emitido por las capas más profundas, que acumulan carbono desde hace más de 30 mil años”.
Los investigadores rastrillaron dos importantes lagos de deshielos siberianos. Luego extrapolaron esos resultados hasta situar las emisiones de metano de los lagos siberianos en 3,8 millones de toneladas por año. Ello representa un aumento de 10% a 63% en las emisiones de todas las zonas húmedas boreales, según se considere la aproximación alta (40 millones de toneladas) o la baja (6 millones de toneladas).
A título comparativo, el excedente calculado por Katey Walter y sus coautores es ampliamente superior a las emisiones francesas de metano, calculadas en 2004 en cerca de 2,8 millones de toneladas. La concentración atmosférica promedio de metano pasó de las 700 partes por mil millones (ppb), a mediados del siglo XVIII, a 1.745 ppb en 1998.
Sin embargo, a diferencia del dióxido de carbono, el metano tiene una duración de vida en la atmósfera relativamente corta, del orden de los diez años. Además, como observa Didier Paillard, paleoclimatólogo e investigador del Laboratorio de Ciencias del Clima y el Medio Ambiente, “está sujeto a variaciones importantes de concentración, en función de la latitud y de la estación del año”.
Aparte de la reevaluación de las emisiones naturales de metano surgidas de las zonas húmedas boreales, los investigadores calcularon la velocidad con que se forman esos lagos de deshielos por efecto del calentamiento. Al comparar imágenes satelitales de la zona estudiada, llegaron a la conclusión de que la superficie de los lagos de deshielo siberianos aumentó lo suficiente como para que sus emisiones de metano se hayan incrementado en 58% entre 1974 y 2000.
Esta situación es no obstante menos alarmante de lo que parece. “El deshielo de las capas superiores del permafrost sólo genera formación de lagos de deshielo si las capas inferiores siguen congeladas”, explica Krinner. “Cuando estas últimas hayan sufrido también el impacto del calentamiento, podrían dejar filtrarse el agua y, de un golpe, los lagos podrían desaparecer”.
El proceso de formación de esos lagos podría por lo tanto no ser más que un fenómeno transitorio, como lo han hecho ya saber investigadores estadounidenses, cuyas observaciones, publicadas en 2005 en la revista “Science”, sugerían una desaparición de los lagos de deshielo en Alaska.
Fuente: La Nación
© Le Monde
(The New York Times Syndicate)