La organización ecologista Greenpeace alertó ayer de que el cambio climático conlleva tal sequía y calor extremo en algunas zonas que los incendios de alta intensidad, aquellos cuyo control solo es posible si cambian las condiciones meteorológicas, son cada vez más frecuentes.
La estadística indica que mientras la media anual de grandes siniestros en España en el último decenio es de 10, en lo que llevamos del 2009 ya se han producido 25, responsables de más del 65% de la superficie quemada. «No solo los grandes incendios son ahora más numerosos sino que, debido al aumento de las temperaturas y la prolongación de las olas de calor, son más virulentos y suponen un porcentaje más alto de superficie quemada», según el responsable de bosques de la oenegé, Miguel Ángel Soto.
En 1991, un fuego alcanzó tal virulencia en California (EEUU) que los bomberos lo calificaron como «incendio del futuro». Hoy, 18 años después, la evolución de las llamas en lugares como Horta de Sant Joan (Terra Alta) anuncia que «los incendios del futuro ya están aquí», según Greenpeace.
La organización reconoce que los medios de extinción son bastante eficaces para sofocar el arranque del fuego pero, si este supera el primer estadio y las condiciones son adversas, «inevitablemente» se convierte en un gran incendio. Las circunstancias se agravan muchas veces por lo que los expertos denominan la regla del 30: una temperatura superior a 30 grados, vientos superiores a 30 kilómetros por hora y humedad inferior al 30%.
LAS URBANIZACIONES / Soto alertó también del aumento de los llamados incendios de cuarta generación, los que afectan a zonas urbanizadas y provocan problemas de seguridad pública. Greenpeace calcula que ha habido unos 8.000 evacuados en lo que va de año. Y, como los modelos climáticos indican que van a continuar e incluso aumentar las olas de calor, la oenegé solicitó al Ejecutivo que adapte los ecosistemas forestales al cambio climático.
Por su parte Ecologistas en Acción, que coincide en el efecto catalizador del aumento de las temperaturas, prefirió poner el acento en la necesidad de vigilar los montes y controlar las actividades que originan las llamas, dado que la mayoría son provocadas por accidentes y negligencias.
Fuente: El Periódico