Las regiones mediterráneas serán durante el siglo XXI las áreas más vulnerables de Europa ante el cambio climático, según un estudio del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Postdam (Alemania) que se publica esta semana en la revista Science. Si se cumplen las previsiones más agoreras, en 2080 entre el 14 y el 38% de la población mediterránea vivirá en lugares con escasez de agua.
En el informe han participado científicos españoles del Museo Nacional de Ciencias Naturales y el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales, junto a investigadores de otros 15 países de la Unión Europea, y sus conclusiones no pueden ser más desalentadoras. Aumento de temperaturas, reducción de precipitaciones, incremento de las sequías, riesgo de incendios, pérdida de potencial agrícola, forestal y turístico… La Europa de finales del siglo XXI será un lugar mucho más inhóspito.
La culpa vuelve a estar en los gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera, lo que sumado a las modificaciones del uso del suelo y el cambio del clima presentan un panorama desolador para los próximos años. Las temperaturas -sostiene el estudio- se incrementarán entre 2,1 y 4,4ºC de media en Europa, y el sur del continente sufrirá cada vez mayores y más frecuentes sequías, mientras que en el norte padecerán lluvias torrenciales.
Según el informe, financiado con fondos de la Unión Europea, el litoral mediterráneo será la zona más vulnerable al cambio global, seguido de las áreas de montaña, que se verán seriamente afectadas por la la regresión de la zona de nieve y la alteración del sistema hidrológico. En los Alpes, la cota de nieve pasará de los 1.300 metros actuales a los 1.750 a finales del siglo. Este aumento de 300 metros supondría reducir la proporción de superficie esquiable en Suiza del 85% del territorio actual al 63%, provocando enormes pérdidas económicas.
Pero una de las zonas que resultarán más afectadas es la Península Ibérica. Según explicó Miguel de Araújo, científico del Museo Nacional de Ciencias que ha participado en el informe, esto es debido «a una reducción de las precipitaciones y, fundamentalmente, a su reparto estacional». Para tratar de minimizar el impacto de estos cambios, la solución pasa por una gestión flexible de las reservas y los parques naturales.
El estudio calcula que en 2080, entre el 14 y el 38% de la población mediterránea vivirá en cuencas fluviales donde la falta será mayor. La cuenca del río Tajo, por ejemplo, presentará déficit hídrico ese año.
Santi Sabaté, profesor del Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona y miembro del equipo de investigadores del CREAF que ha contribuido al estudio, explicó que «la idea es ofrecer estos resultados para dar a conocer cómo evolucionarán los ecosistemas según lo que hagamos y hacia dónde los dirijamos». Para el científico, aunque el estudio supone una hipótesis futura, «es necesario considerar que existe la posibilidad de anticipación ante problemas que pueden venir y como mínimo, prepararnos y dar información útil para la toma de decisiones».
Fuente: www.fisicaysociedad.es