Entre los numerosos ecosistemas afectados o amenazados de extinguirse a consecuencias del Cambio Climático, se encuentra el mayor arrecife del mundo, la Gran Barrera de Coral australiana, con una superficie de 350 000 kilómetros cuadrados en los que se hallan 900 islas, 400 tipos de corales, 1 500 de peces y 4 000 especies de moluscos. Lamentablemente, esta maravilla de la naturaleza está condenada a desaparecer en los próximos 50 años, de no poner coto a la agresión medio ambiental.
Pero, como dice el refrán, «esas aguas trajeron estos lodos». Sí, porque a consecuencias del calentamiento global y todo lo que de él se deriva, las estrellas de mar «coronas de espinas» (Acanthaster planci) están devastando los arrecifes del mundo… Y la Gran Barrera coralina no iba a ser la excepción.
Al alcanzar la adultez, estos equinodermos miden 80 centímetros de diámetro y devoran a diario su equivalente en coral duro. Sus numerosos brazos (hasta 21) les permiten desplazarse ágilmente para encontrar nuevos comederos. Lo anterior se recrudeció cuando en 1998, considerado el año más cálido del pasado siglo, la temperatura del agua se elevó un grado y murió el 16% de los corales del planeta. En aquella oportunidad los científicos advirtieron que los futuros cambios en Australia tendrían resultados mucho peores, al estimar que las aguas locales aumentarán su temperatura de 2 a 6 grados dentro de los próximos 50 años.
EN ESTADO CRÍTICO
La Gran Barrera de Coral se extiende sobre más de 2 300 kilómetros a lo largo de las costas de Queensland, y es perfectamente visible desde la Luna, al igual que sucede con la Gran Muralla China. Este arrecife, Parque Marítimo Nacional desde 1975 y Patrimonio de la Humanidad a partir de 1981, hospeda bajo sus aguas uno de los sistemas más frágiles y complejos de la biodiversidad de la Tierra.
La vida que contiene este formidable complejo de corales es inimaginable; su colorido, belleza y variedad de formas, extraordinario… Pero el calentamiento global del planeta, la pesca indiscriminada, la acción de las estrellas de mar y la contaminación, están poniendo en peligro el equilibrio ecológico de su ecosistema.
Como se aprecia, en esta oportunidad el turismo parece ser más víctima que culpable. Paradójico, ¿verdad? Un estudio del Instituto de Investigación CRC Reef determinó que el impacto directo de los turistas sobre la buena salud de los corales «es mínimo». Incluso, en los últimos 5 años, «el número de visitantes se ha reducido el 15%», declaró Col McKenzie, director de la Scuba Schools International de Australia (SSI), debido principalmente a la escasez de peces y a que los arrecifes de coral se encontraban devastados por las estrellas de mar.
«El verdadero problema es el recalentamiento de las aguas», sostiene Thomas Goreau, presidente de la Global Coral Reef Alliance (GCRA) y portavoz del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA). «El principal factor subyacente de todo este proceso –reafirma- es el cambio climático. Cuando la temperatura del agua sube por encima de cierto grado, los corales reaccionan volviéndose blancos, expulsando a las algas que les dan color y alimentan. Y si esa temperatura alta persiste, el coral se debilita hasta morir».
En los años 80 los científicos advirtieron que los corales se blanqueaban, pero en 1998, el fenómeno se acentuó mucho más. Durante al menos cinco meses de ese año, mares y océanos registraron temperaturas más altas de lo normal, lo que también perjudicó de un modo considerable los arrecifes que rodean a las Seychelles, la Isla Mauricio, las Maldivas y Sri Lanka. Lo mismo parece estar ocurriendo ahora en gran parte del Pacífico Sur, incluyendo Tahití, las islas Cook, Nueva Caledonia y Fidji. Y admite Goreau: «El 90% de los corales de las Seychelles y de algunas islas de Indonesia están ya muertos».
Más alarmado aún está Paul Marshall, miembro del Australian Coral Reef Society (ACRS): «Desde el verano austral 2001-2002 nos dimos cuenta, después de sobrevolar 640 de los 2 900 arrecifes que forman la Gran Barrera y de habernos sumergido en 27 sitios, que cerca del 95% de los corales del Parque había emblanquecido».
Algunas voces se han alzado para achacar esta realidad a los huracanes o la contaminación marina. Sin embargo, sus efectos son mínimos comparados con los que produce el recalentamiento global, o bien la sobrepesca, pues la eliminación de la fauna, que se alimenta principalmente de algas, hace que éstas crezcan desmesuradamente y provoquen la exterminación de los arrecifes.
Por si no bastase, la situación actual de los bosques submarinos de coral es alarmante: en los últimos 40 años, más de la cuarta parte han sido destruidos por la actividad humana. A este ritmo nuestra generación asistirá impotente a la desaparición de, por lo menos, el 57% de esas irrepetibles formaciones.
INCREÍBLE, PERO CIERTO
Australia no ratificó el Protocolo de Kyoto. Robert Hill, su ministro de Medio Ambiente, adujo este descabellado argumento: «Si los Estados Unidos, el mayor emisor de gases contaminantes, no lo ratifica, no tiene ningún sentido que lo haga un país como Australia, que emite muchos menos». A lo que respondió Marshall: «Si como está previsto prosigue el calentamiento del planeta, en un plazo de 30 a 50 años los arrecifes coralinos habrán dejado de existir. En ese momento será demasiado tarde para ratificar cualquier protocolo. Se trata de una especie de señal. Y la alerta ya ha sido dada».
Por otro lado, los exámenes relacionados con la Gran Barrera de Coral que desarrolla el Centro de Estudios Marinos de la Universidad de Queensland, sostienen que la progresiva destrucción de ésta, generará inexorablemente la muerte de la zona. «Lo único que permanecerá serán las rocas –admiten los especialistas-, pero ellas se verán desprovistas de las coloridas formaciones que fomentan los corales, extremadamente sensibles a los cambios de temperatura del agua, aunque solo se trate de unos pocos grados.»
De acuerdo con la investigación titulada «Implicaciones del cambio climático para la Gran Barrera de Coral australiana», que fue encargada por la ONG Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wide Fund-WWF), toda el área será invadida por algas marinas. Esto, amén del costo medioambiental que significa, se traducirá en pérdidas calculadas en 6 240 millones de dólares para la economía, y alrededor de 12 000 puestos de trabajo en el año 2020, producto de la reducción del turismo y la pesca, que hasta hoy representan 975 millones de dólares anuales a la economía australiana.
No resulta alarmante expresar que la Gran Barrera de Coral está herida de muerte. Y con ella arrastrará a miles de personas.
Fuente: CubAhora