Las maratonianas sesiones de la cumbre de Copenhague concluyeron anoche con un rotundo fracaso. Hubo un principio de acuerdo, sí, pero sus contenidos fueron tan inconcretos que un puñado de países pobres aún reflexionaba a altas horas de la noche si había que firmarlo.
Las delegaciones que habían pilotado la negociación se conformaron con unos textos descafeinados que se tendrán que renegociar… en el 2010.
Los insuficientes compromisos de los países ricos, fundamentalmente EEUU, y la intransigencia de algunas potencias emergentes resultaron irreconciliables. A partir de ahora, todos los esfuerzos que se emprendan para detener el avance del cambio climático tendrán un carácter dramático porque el tiempo se acabó. Para quedar bien, se ha decidido que los países ricos anuncien antes del 1 de febrero unos nuevos objetivos de reducción de emisiones de CO2. Serán, sin embargo, unos objetivos no vinculantes.
Algunos de los detalles más novedosos muestran la poca entidad del texto. En el primer capítulo del acuerdo dice, por ejemplo, que la comunidad internacional «se compromete» a evitar que la temperatura suba dos grados con respecto a los niveles preindustriales (año 1800). Sin precisar lo que ha de hacer cada uno, eso es poco menos que nada.
El acuerdo de mínimos se alcanzó después de una reunión del presidente de EEUU, Barack Obama, con tres pesos pesados reticentes: los representantes de China, India, Suráfrica y Brasil. «El acuerdo no es suficiente, pero es una primera etapa», declaró el propio Obama, que más tarde admitió que difícilmente se alcanzará un compromiso vinculante en los próximos meses. Los 3.600 millones de dólares (2.500 millones de euros) que EEUU les anunció fueron determinantes.
De hecho, este es el acuerdo más relevante. El texto afirma que los países industrializados deberán aportar anualmente 72.000 millones de euros a partir del año 2020 en ayudas para que los países más desfavorecidos puedan prepararse para el cambio climático. Se empezaría en el 2010 por una cantidad menor y se iría subiendo progresivamente, aunque no se establece un reparto de cuotas. A corto plazo, en el periodo 2010-2012, serán 21.000 millones de euros. La UE se había comprometido a poner 7.300 millones; Japón, otros 7.700, y anoche Estados Unidos anunció 2.500 más. El texto no especifica ni quién aportará los fondos que faltan ni quién los recibirá.
En un asunto controvertido, los países emergentes aceptaron un sistema independiente de verificación para sus emisiones de CO2 aunque con garantías de que no se inmiscuirá en la soberanía energética nacional. El texto proclama que los países en desarrollo deben recibir transferencia de tecnología para hacer frente al cambio climático, pero tampoco se especifica el tipo ni la cuantía.
Las conversaciones internacionales para poner coto al cambio climático se iniciaron en 1994, por lo que un año más de discusiones podría parecer intrascendente, pero no es así. En diciembre del 2007, en la cumbre de Bali, los países del mundo acordaron una «hoja de ruta climática» que debía concluir ayer con un tratado ambicioso para reducir las emisiones. La ciudad de Copenhague se convirtió en el símbolo del cambio hacia una sociedad menos dependiente de los combustibles fósiles. Se hablaba de una nueva revolución verde. Pero las expectativas se han roto. «Han engañado a la humanidad», clamaron ayer las oenegés.
NADA DE EMISIONES / En el asunto fundamental no hubo acuerdo. Los científicos de la ONU habían emplazado a los países industrializados a reducir sus emisiones entre un 25% y un 40% en el año 2020 con respecto a 1990. Solo así se podría evitar el temido aumento de dos grados. Sin embargo, las propuestas presentadas en Copenhague se quedaron en un insuficiente 17%. La UE llegó con un anuncio del 20%, aumentable al 30% si había acuerdo, pero la gran decepción fue la negativa de EEUU a ir más allá del 4% ya conocido.
Como los ricos no han pactado un calendario para reducir emisiones hasta el 2020, lógicamente tampoco se ha avanzado en el otro gran escollo: cómo lograr que los emergentes contengan su crecimiento en el mismo periodo.
Fuente: El Periódico