Expertos e importantes personalidades en la lucha contra el cambio climático albergan pocas esperanzas de que la cumbre de Cancún que comienza mañana lunes desemboque en la firma de un acuerdo satisfactorio tras el fracaso del encuentro previo en Copenhague.
Pero frente a las exageradas expectativas del encuentro celebrado el pasado mes de diciembre en el país nórdico, muchos analistas anticipan que, gracias al bajo perfil del encuentro en la ciudad mexicana, es posible que exista el suficiente margen de maniobra para sentar las bases de un futuro tratado sobre la protección del medio ambiente, que por fin sustituya de manera efectiva al alcanzado en Kyoto.
«Cancún me deprime un poco», lamenta no obstante el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, uno de los más acérrimos proponentes de la lucha contra el cambio climático, un problema que, a su juicio, «no sólo no desaparece, sino que cada vez va a peor». En este sentido, los datos revelados ayer por la Organización Meteorológica Mundial son claros: los niveles de concentración en la atmósfera de los gases causantes del efecto invernadero han alcanzado su nivel más alto desde el inicio de la Revolución Industrial.
En 2010, una inusual ola de calor procedente del norte ha motivado que Rusia cancele sus exportaciones de grano. Se trata del segundo principal exportador del mundo, y esta decisión ha terminado elevando los precios de alimentos básicos como el pan en Asia Central. «No se trata sólo de un problema medioambiental», apunta el director de la consultora Kinesis, Nick Rowley. «Es un problema que afecta a nuestra capacidad para alimentar al mundo».
Por ello, Naciones Unidas espera que en la cumbre de Cancún se consiga, por lo menos, cierto impulso, porque «de lo contrario la gente va a perder la fe en el sistema», según considera el director del Panel de la ONU sobre Cambio Climático, Rajendra Prachauri.
CAMBIO DE PERSPECTIVA
Los participantes perciben a Cancún como un encuentro de transición entre Copenhague y el que se teme podría ser la reunión «definitiva» sobre cambio climático: Durban, concebida como la última oportunidad para entablar una estrategia común para la protección del medioambiente. Si fracasa la reunión de diciembre de 2011 en Sudáfrica, es posible que los países comiencen a desarrollar estrategias unilaterales, bilaterales como mucho, y sin ningún tipo de consenso internacional. Lo que tampoco tiene por qué ser del todo perjudicial, según los expertos.
El año pasado, por poner un ejemplo ejemplo, China comenzó a contemplar la posibilidad de desarrollar un marco legislativo propio en la lucha contra el cambio climático; y este año, Noruega ha prometido a Indonesia unos 1.000 millones de dólares a cambio de detener las emisiones contamientes producida por la tala de árboles en el país asiático.
Rowley entiende que este nuevo modelo podría convivir perfectamente con una estrategia interacional común. «Estas acciones bilaterales podrían servir de información sobre cómo calibrar y diseñar una respuesta global adecuada», indicó a la cadena australiana ABC News. «Así es como lo veo yo. No es una cosa u otra. Pueden ser ambas».
No obstante, hay expertos que defienden una estrategia colectiva como única solución viable. «Necesitamos un proceso multilateral para establecer reglas comunes a la hora de informar sobre las emisiones de gases contaminantes, porque de lo contrario habrá países que tomarán las decisiones equivocadas», opinó el director ejecutivo de Climate Analytics, Bill Hare.
«Necesitamos un sistema multilateral. Es la única forma de contar con la ambición necesaria para reducir las emisiones a la velocidad suficiente», opinó. Hare, además, se teme que el fracaso de Cancún pueda desembocar en la «desintegración» definitiva de las conversaciones. «Es una posibilidad», reconoce. «Las razones son complicadas, pero desde mi punto de vista, se trata de un conflicto entre Estados Unidos y China».
EEUU-CHINA
Es la misma cuestión que lleva años sobre la mesa. China y el resto de economías emergentes sólo asumirán el coste de reducción de emisiones si ven que Estados Unidos lo hace primero. Ambos gigantes volvieron a colisionar el mes pasado en Tianjin: Pekín responsabilizó a Washington de incumplir sus responsabilidades mientras los estadounidenses criticaban la negativa del país asiático a permitir que su producción de carbón fuera supervisada por observadores internacionales independentes.
De igual modo, China y el resto de países «básicos» (India, Sudáfrica, Brasil) exigen objetivos legalmente vinculantes que Estados Unidos no está dispuesto admitir. No obstante, se ha logrado reducir estos objetivos a seis aspectos fundamentales para facilitar las negociaciones: estrategia común, adaptación, economía climática, transferencia tecnológica, la reducción de las emisiones procedentes de la deforestación y de la degradación, y objetivos en la reducción de emisiones más allá de 2012.
MAR DE CAMBIOS
Pero a pesar del pesimisimo reinante, el enviado especial del Banco Mundial para el cambio climático, Andrew Steer, percibe un «mar de cambios» en el comportamiento de los países en desarrollo sobre la importancia de reducir el calentamiento global a través de un cambio en su políticas energéticas.
Steer recuerda que en 1990 sólo un 10 por ciento de las naciones en desarrollo consideraban el cambio climático como un pilar básico de desarrollo. En los últimos dos años, esta cifra ha aumentado al 80 por ciento.
Además, ONG como WWF han emitido informes de alabanzas sobre la predisposición de países como China, India, Sudáfrica y Brasil a la hora de combatir el calentamiento global. Es posible que estas políticas cristalicen en Durban, el próximo mes de ediciembre, para poner estos compromisos definitivamente por escrito.
Fuente: www.europapress.es