El enviado especial de la ONU para el cambio climático y ex presidente de Chile, Ricardo Lagos, lanzó ayer en Poznan (Polonia) la iniciativa para luchar contra el calentamiento que ya ha presentado en el Banco Mundial: «Un impuesto flexible para que el barril de petróleo se quede en unos 80 dólares (63 euros) haría rentables las energías renovables y por tanto mejoraría la lucha contra el cambio climático», declaró en la Cumbre del Clima. En esta cita, 187 países buscan un acuerdo que en 2012 sustituya al de Kioto.
«Si a 10 economistas les preguntas qué medida prefieren para luchar contra el cambio climático, nueve dirían que poner un impuesto sobre el carbono», explicó el enviado del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. El problema es que el boom de las energías renovables se ve amenazado por el bajo precio del petróleo. A 118 euros era muy sencillo conseguir financiación para renovables. A 31, como está ahora, y bajando, mucho menos.
El precio de los combustibles fósiles es una poderosa herramienta a largo plazo. La Agencia Europea de Medio Ambiente, que también defiende los impuestos, pone como ejemplo las decisiones en Europa y EE UU tras la crisis de los setenta. Europa comenzó a gravar la gasolina y el gas, y hoy tiene los coches menos consumidores y las casas mejor aisladas. EE UU dejó todo igual y sus coches consumen mucho más. El resultado es que con un nivel de vida similar, un europeo emite unas 12 toneladas de CO2 al año, y un estadounidense, el doble.
El ex economista jefe del Banco Mundial Nicholas Stern ha propuesto medidas similares. «No es bueno que el petróleo baje demasiado, es el momento para ponerle impuestos», declaró en octubre. Y eso que entonces aún no había llegado al precio actual.
El PSOE ya planeó para su programa electoral de 2008 un impuesto de un céntimo de euro por cada litro de gasolina y destinarlo a programas de lucha contra el calentamiento. Pero nada más publicarlo EL PAÍS, el número dos del PSOE, José Blanco, zanjó: «Para luchar contra el cambio climático no hacen falta más impuestos». Argumento similar al que ha utilizado el principal asesor de George W. Bush en cambio climático, James L. Connaughton. Sin embargo, hasta el conservador The Wall Street Journal pidió el fin de semana «subir los impuestos a la gasolina» para incentivar el cambio de la industria del automóvil hacia modelos más eficientes.
La crisis económica ha demostrado, según Lagos, que es falso que combatir el cambio climático sea caro: «Stern dice que al año harían falta 50.000 millones de dólares (unos 40.000 millones de euros). Parece mucho. Pero en esta crisis, ¿cuántas veces esa cantidad se han gastado los Gobiernos? Esta crisis ha traído precios del petróleo muy bajos, pero volverán a subir y debemos planificar nuestro sistema energético para el futuro». Lagos pide que estos mecanismos sean flexibles. «¿Qué sentido tiene poner un impuesto si el barril está a 80 euros? Ninguno».
Nobuo Tanaka, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía, valoró la propuesta de Lagos: «Es algo parecido a lo que decimos. Si ponemos un precio al CO2 coherente con la reducción de emisiones que necesitamos para estabilizar la concentración de gases, el barril de petróleo llegaría a unos 180 dólares (140 euros)». Tanaka pidió que la crisis económica no pare la lucha contra el calentamiento -discurso repetido por todo el mundo en Poznan- y pidió un «new deal de energía verde»: «Necesitamos una revolución en el sistema energético. Necesitamos 20 plantas nucleares al año, 18.000 nuevas turbinas de viento y 30 plantas de captura de carbón al año. Tenemos que enviar el dinero a una energía baja en carbono. ¿Están los Gobiernos preparados para eso?».
De Poznan, Lagos resalta que ya nadie duda del calentamiento. «En 2007 hay dos cosas que quedaron claras: que hay cambio climático, que es grave y que hay que actuar. Y que se tiene que negociar en Naciones Unidas, que no es un problema que pueda arreglar EE UU por su cuenta con China y la UE».
Sobre la negociación del tratado que debe sustituir a Kioto, y que debe estar cerrado en Copenhague en 2009, el enviado especial de la ONU resaltó la importancia de que haya un acuerdo: «Sin él podemos caer en el trauma de Doha». La eterna ronda de negociaciones para liberalizar el comercio y que sigue empantanada atormenta a los negociadores en Poznan. Nadie quiere repetirlo. Pero acordar en menos de un año un reparto de emisiones en el mundo con una Administración en EE UU recién llegada parece complicado.
Fuente: El País