La propuesta de George W. Bush de organizar conferencias lideradas por EE. UU. para fijar objetivos globales no vinculantes de reducción de las emisiones de gases contaminantes no le ha sentado muy bien a Europa.
A una semana de la cumbre del G8 en Heiligendamm, Alemania, la propuesta de Bush, es vista en Europa como paso atrás en la protección del clima.
La anfitriona de la cumbre, la canciller alemana Angela Merkel, aspiraba a fijar en Heiligendamm metas vinculantes para la emisión de anhídrido carbónico y acordar que el comercio de derechos de emisión sea usado como instrumento de protección del clima.
Después de las declaraciones de Bush, muy pocas posibilidades existen de que esas metas se puedan transformar en realidad, ni siquiera en una versión muy moderada.
Ante la opinión pública norteamericana, que muy poco sabe de las propuestas de Merkel y las discusiones en el seno del G8, Bush se presentó como si asumiera el liderazgo en cuestiones de protección ambiental: “los EE. UU. lideran y seguirán liderando” en cuestiones ambientales, se animó a decir en un discurso transmitido por televisión.
De acuerdo con la vieja divisa “el ataque es la mejor defensa”, Bush quiere presentarse en los EE. UU. como iniciador de una ofensiva en un debate global que ya está mucho avanzado, incluso en el propio país.
Las exigencias de Bush no resisten, sin embargo, el análisis más somero. El presidente norteamericano propone que los 15 países que generan los mayores volúmenes de gases de efecto invernadero acuerden en diversas conferencias (bajo dirección de EE. UU.) una meta global para la reducción de las emisiones de CO2.
A las preguntas de periodistas de si esa meta iba a ser vinculante o voluntaria, el comisionado de Bush para el Medio Ambiente, Jim Connaughton, admitió que era una “aspiración”.
Lo bueno de lo malo
Tratando de ver no obstante lo bueno en esa propuesta, Angela Merkel, toda diplomática, alabó el discurso del presidente: «Lo positivo del discurso del presidente estadounidense es que es evidente que nadie puede ignorar la cuestión del cambio climático».
Un funcionario del gobierno alemán cercano a Merkel saludó también el discurso de Bush como un «paso positivo», pero resaltó que Alemania promueve un acuerdo global bajo el auspicio de Naciones Unidas, en un poco velado rechazo a las aspiraciones de liderazgo estadounidenses.
Menos diplomático aún fue el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien criticó la iniciativa climática de Bush en declaraciones al periódico alemán “Financial Times Deutschland”.
“Desde luego, los norteamericanos, como mayores emisores de sustancias contaminantes, tienen una responsabilidad especial. Está claro que necesitamos una posición más ambiciosa de Estados Unidos”, dijo el presidente del Ejecutivo de la Unión Europea, señalando también que es necesario que “se tomen medidas vinculantes”.
La posición del gobierno de Bush, agregó Barroso, tampoco tiene futuro dentro de Estados Unidos. “En el Congreso (estadounidense) se observa actualmente un apoyo muy claro a propuestas más ambiciosas. Todo es cuestión de tiempo”, concluyó optimista.
Cuestiones de táctica
Determinada por la táctica puede verse la posición del primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, quien elogió la iniciativa climática de Bush, calificándola de un “gigantesco paso adelante”.
Blair señaló que estaba a favor de encontrar este año en el marco de una cumbre sobre el calentamiento global un nuevo consenso internacional. Es importante que se incluya a Estados Unidos, China e India en ese consenso, dijo Blair al canal británico Sky News.
También el gobierno de Japón saludó la iniciativa climática del presidente de Estados Unidos. El primer ministro nipón, Shinzo Abe, señaló que pensaba que ahora también Estados Unidos se ocupa por fin seriamente del problema del calentamiento global.
Abe quiere presentar en la cumbre del G8 una propuesta propia para reducir a la mitad los gases del efecto invernadero de los niveles actuales hasta el año 2050. Para ello, ha dicho, intentará obtener la colaboración de Estados Unidos, China e India.
Estados Unidos, el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, se rehusó a firmar el Protocolo de Kyoto de 1997, que fijó por primera vez objetivos vinculantes para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. El Protocolo expira en 2012.
Extrañeza han causado recientes declaraciones del director general de la NASA, Michael Griffin, en las que defendió puntos de vista sobre el efecto invernadero que se creía habían pasado ya a la historia: “Sé que se registra un calentamiento de la Tierra, pero de lo que no estoy seguro es si debemos ocuparnos de ello”.
Fuente: Deutsche Welle