En medio de humeantes chimeneas y bajo un cielo gris y cubierto por una neblina que oculta permanentemente el sol, los chinos continuaban trabajando ayer completamente ajenos a las serias advertencias lanzadas durante los últimos días por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que han relacionado de manera directa e inequívoca el calentamiento global con la mano del hombre.
A pesar de que el gigante asiático es uno de los países que más nota debería tomar del aviso efectuado por los expertos internacionales reunidos en París, los principales medios de comunicación chinos han silenciado sus conclusiones, que no han sido difundidas por la televisión estatal ni por los grandes rotativos y sólo han sido recogidas brevemente por un par de periódicos.
Se trata de un ejemplo más del control que ejerce el régimen comunista de Pekín sobre los medios de comunicación, en los que sólo aparecen las noticias que el gobierno quiere airear. Y, evidentemente, la responsabilidad del ser humano en la alteración del clima no es una de ellas.
Primer contaminante
No en vano, China se convirtió durante el año 2005 en el primer país emisor de sustancias contaminantes al liberar a la atmósfera 25,49 millones de toneladas de dióxido de azufre, motivo por lo que es uno de los países que más contribuye a generar gases de efecto invernadero junto a Estados Unidos, Japón, la India, Australia y Corea del Sur, todos ellos críticos con el informe del IPCC y sus principales conclusiones.
Pero, aunque China ha firmado y ratificado el Protocolo de Kioto para reducir dichos gases, sus fábricas y centrales térmicas -que queman carbón para suministrar el 80 por ciento de la electricidad que requiere su desenfrenado crecimiento económico- seguirán contaminando como hasta ahora. El motivo es que, al ser todavía un país en vías de desarrollo, el coloso oriental se ve eximido de recortar sus emisiones porque esta tarea compete sólo a las naciones plenamente industrializadas.
Una peligrosa excepción que, establecida para facilitar el progreso de potencias emergentes como China, la India o Brasil, puede acabar pasándole factura al planeta Tierra porque Pekín ya ha reconocido su fracaso en la protección del medioambiente. Y es que, tras un cuarto de siglo de «milagro» económico, la «fábrica global» se encuentra tan contaminada que la lluvia ácida ya riega un tercio de su superficie y el 27% de sus 341 mayores urbes padecen unos niveles de polución en el aire «muy peligrosos», al tiempo que el 70% de sus ríos y lagos están seriamente degradados y 300 millones de habitantes no tienen agua potable.
Además de causar la muerte de 400.000 personas al año por enfermedades pulmonares y cardiovasculares, la contaminación amenaza con hipotecar los gastos sanitarios en el futuro y colapsar el altísimo crecimiento económico de China, puesto que los costes medioambientales ya suponen el 10 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB).
Fuente: ABC