Rusia, país al que habitualmente se asocia con los inviernos más crudos del planeta, es azotada desde hace un mes por una de las olas de calor más prolongadas de los últimos decenios, con temperaturas máximas por encima de 35 grados centígrados en algunas de sus regiones meridionales.
El viernes y el sábado las temperaturas en Moscú alcanzaron máximas históricas que rondaron los 37 grados, superando las anteriores marcas que databan de 1938 y 1951.
Lo que más sorprende es el hecho de que las temperaturas apenas desciendan durante la noche, ya que los termómetros moscovitas marcaban el sábado unos 30 grados pasadas las diez de la noche, una anomalía sin precedentes en este país que convierte el poder conciliar el sueño en una odisea.
‘Estamos en un verano en el que la media diaria supera en entre 3 y 8 grados centígrados la norma’, dijo hoy a Efe una portavoz del Rosguidromet.
Según los servicios meteorológicos, la ola de calor no cejará en su empeño de abrasar a los habitantes las regiones centrales de la parte europea del país durante la próxima semana, aunque se esperan precipitaciones en forma de tormenta.
El clima subtropical que sacude Rusia -sol de justicia, ausencia de nubes, aire caliente y altos porcentajes de humedad- no ha dejado más remedio a los rusos que olvidarse de formalismos en el vestir y recurrir a hábitos poco corrientes en este país como la siesta.
«Rusia se derrite», titulan los diarios y encabezan sus informativos los canales de televisión nacionales y locales, y es que en el país del frío desde mediados de junio no se habla de otra cosa que no sea del calor sofocante.
El uso masivo de aparatos de aire acondicionado ha disparado el consumo de energía eléctrica, lo que ha obligado a las autoridades a elaborar un plan de contingencia para racionar el suministro a la industria. El departamento de Emergencia de la capital rusa informó de que el lunes, cuando se registró una temperatura máxima de 33,2 grados centígrados, se recibieron más de veinte avisos de alerta por transformadores humeantes, pues las redes eléctricas apenas resisten las sobrecargas.
Las altas temperaturas han multiplicado el número de ahogados -más de 1500 desde principios de junio- en los numerosos ríos y lagos que salpican la geografía rusa, pero que no están acondicionados para el baño.
La ola de calor también ha causado la peor sequía en más de un siglo y la pérdida de varios millones de hectáreas de cosecha, y ha costado la vida de miles de toneladas de peces en las piscifactorías.
Anteriormente sólo en tres ocasiones en toda la historia de las observaciones meteorológicas en Moscú se habían registrado temperaturas tan altas y durante varios días en esta época del año: en 1889, 1891 y 1995. El calor de primavera preocupa a los moscovitas, pues puede ser preludio de un verano acompañado de incendios forestales y de turberas en los alrededores de la capital rusa.
En julio de 2002, el humo de los incendios forestales en torno a la ciudad hizo casi irrespirable el aire en Moscú, en algunos de cuyos barrios la visibilidad alcanzaba apenas los 50 metros. Ese verano los centros médicos no daban abasto para atender a los moscovitas asmáticos y con otras enfermedades respiratorias.
Fuente: La Vanguardia