Las imágenes de los devastadores incendios en la Amazonia dieron la vuelta al mundo el agosto pasado, pero mientras esta semana los líderes mundiales analizan las respuestas al cambio climático en la ONU en Nueva York, la mayor selva tropical del planeta sigue ardiendo.
La organización ecologista Greenpeace manifestó su preocupación ante la publicación de las cifras oficiales de los incendios en la Amazonia, en su gran mayoría provocados para avanzar con más deforestación para ganadería y soja.
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) estima que en agosto de este año se quemaron 2,5 millones de hectáreas en dicha región. Y esta cifra sigue aumentando en septiembre.
Que la Amazonía es el bosque tropical más grande del planeta, ya lo sabemos. Que sus 6,7 millones de kilómetros cuadrados se extienden por Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa y Surinam, también. Por doquier hemos visto lo que esto representa: 10 por ciento de la biodiversidad global (con especies que aún no fueron descubiertas: de 1999 hacia acá, se supo de 2.200 nuevas), con más de 40.000 especies vegetales y animales, así como más de 2.500 de peces; 6 por ciento del oxígeno y de 17 a 20 por ciento del agua dulce planetarios; 10 por ciento de la reserva mundial de carbono; y más de 34 millones de habitantes, incluidas más de 300 comunidades indígenas originarias.
Los incendios forestales y el cambio climático operan en un círculo vicioso: a medida que aumenta el número de incendios, también lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentando la temperatura general del planeta y la ocurrencia de eventos climáticos extremos, como huracanes, tornados, grandes sequías, inundaciones, el aumento del nivel del mar, y el derretimiento de los glaciares.