Según los datos obtenidos, las especies desaparecidas ya pasaban por dificultades cuando el hombre apareció en las regiones donde habitaban. Dale Guthrie ha conseguido nuevos datos de radiocarbono que señalan a un cambio climático como culpable de la desaparición de los mamuts lanudos y los tarpanes.
Parece que, por una vez, los seres humanos no somos los únicos culpables de un desastre ecológico sucedido en nuestro planeta. Así lo señala al menos un estudio que publica esta semana la revista «Nature».
Las teorías científicas vigentes hasta ahora – y que el artículo pretende modificar-, consideraban que la desaparición de grandes mamíferos como los mamuts lanudos o los tarpanes (un tipo de caballo salvaje) fue responsabilidad del hombre. Según varios estudios, grupos de voraces cazadores humanos llegaron a las regiones habitadas por esos animales y los exterminaron en muy poco tiempo. Esta hipótesis se sustentaba en el hecho de que los mamuts desaparecieron sólo mil años después de la llegada de humanos a las regiones objeto de estudio (Alaska y el Yukón canadiense), hace 12.000 años.
Pero el artículo publicado en «Nature» indica que las cosas pudieron suceder de otro modo. Las evidencias recogidas por Guthrie muestran que los tarpanes, la primera de las dos especies en extinguirse, ya había empezando a sufrir mermas físicas antes de la llegada del hombre a la zona. La disminución en el tamaño de los caballos muestra cómo en aquel momento se estaba produciendo un cambio ecológico que acabaría siendo letal para los grandes mamíferos.
Sube la temperatura
La historia según Guthrie se produjo como sigue. Antes de la aparición de los primeros humanos en Alaska y el Yukón canadiense, las temperaturas de la región eran muy bajas, y la hierba de la que se alimentaban los herbívoros que allí vivían, corta y seca. Esto beneficiaba a mamuts y tarpanes, que disponían de sistemas digestivos adaptados a ese tipo de alimentos. Después, por desgracia para ellos, las temperaturas subieron. Con el calor llegaron los humanos y se produjo un cambio en el forraje disponible para los mamíferos. El agua, antes congelada, volvió a fluir, y comenzó a regar las secas praderas de Alaska, transformándolas en frondosos pastizales. Los alces y los bisontes fueron los grandes beneficiados por este cambio y, curiosamente, se convirtieron en el principal alimento de los cazadores. Porque son precisamente sus restos, y no los de mamuts y tarpanes, los que se encuentran en los campamentos de los cazadores prehistóricos. Guthrie señala en su artículo lo paradójico de las hipótesis que apuntan a los humanos como causantes de la extinción de aquellos grandes mamíferos, cuando las evidencias muestran que muy rara vez fueron sus víctimas y que, precisamente, los animales más perseguidos fueron los que al final consiguieron sobrevivir.
No fue un brazo humano el ejecutor de los grandes mamuts lanudos; al menos, no el principal. El cambio climático que había transformado el pasto de las llanuras septentrionales no se detuvo. Las temperaturas continuaron subiendo y las lluvias se hicieron aún más abundantes. En las extensas llanuras de Alaska comenzaron a brotar pinos, abetos y abedules, y se formaron los grandes bosques boreales que ocuparon los espacios donde hasta entonces habían pastado los grandes mamíferos. El alimento se volvió escaso, y en la lucha por la supervivencia, los mamuts y los tarpanes fueron derrotados y perecieron.
Pese a su importancia, los hallazgos de Guthrie no van a acabar con el debate científico en torno a la desaparición de estas enormes criaturas. David Steadman, investigador de la Universidad de Florida, ya ha planteado sus peros a la validez de las hipótesis de Guthrie en su aplicación al resto del planeta. Para el investigador, «es posible que los bosques boreales acabasen con los mamuts en el norte, pero ¿qué sucedió en las regiones donde los cambios ecológicos y climáticos fueron menos radicales?» Como muchos científicos, el investigador de la Universidad de Florida atribuye la extinción de los grandes mamíferos a diversas causas, pero cree que fueron los humanos, y no el cambio climático, los principales responsables.
Steadman no acaba de comprender cómo el cambio de ciclo glacial sucedido hace 12.000 años pudo resultar letal para unos animales que ya habían superado 20 veces el mismo proceso durante el último millón de años.
Como se ve, el debate científico sobre los motivos de la extinción continuará y, pese al valor de este último estudio, a los humanos no nos será tan fácil librarnos de la culpa.
Fuente: ABC