Temperaturas suaves en el círculo polar, frío riguroso en la fachada occidental de Europa, inundaciones en Andalucía, nevadas en Florida… ¿El tiempo se ha vuelto loco?
Resulta sorprendente que pueda haber una conexión entre fenómenos tan inusuales y contrapuestos, pero los expertos opinan que sí la hay: se trata de una inversión en las corrientes atmosféricas que definen el tiempo en las latitudes más altas del hemisferio norte o, si se prefieren términos más técnicos, una fase negativa de la Oscilación del Atlántico Norte (NAO, en siglas inglesas). El fenómeno se repite con relativa frecuencia, pero los anales meteorológicos no recuerdan una situación tan extrema y duradera en los últimos 50 años. «En diciembre se batió el récord», recuerda la NASA. Borrascas y anticiclones han intercambiado sus posiciones.
Los habitantes de la ciudad noruega de Tromso, a menos de 200 kilómetros del cabo Norte, y también los de Godthaab, la capital de Groenlandia, han vivido con sorpresa un inicio de enero con temperaturas de hasta siete grados positivos. La mayoría de los inviernos, un potente anticiclón toma posesión de estos lares y ocasiona un drástico descenso de las temperaturas, pero este invierno se ha desplazado hacia el sur. En Oslo, con un clima mucho más benigno, se ha llegado a –24°.
LOS VIENTOS / Cuando la NAO es positiva (NAO+), que en invierno es lo más habitual, los vientos de las latitudes altas circulan con fuerza de oeste a este –paralelos al ecuador– e impiden que el frío generado en el Ártico se extienda a otras áreas. En cierta manera, es como si quedara confinado en la región polar. Cuando esto sucede, las borrascas que se forman en el Atlántico encuentran un pasillo favorable para avanzar y dan lugar a los tradicionales inviernos lluviosos y bastante suaves de Londres y otras ciudades de Europa, explica Javier Martín Vide, catedrático de la Universitat de Barcelona. Más al sur, en cambio, surge un resultado poco deseado: el anticiclón se hace fuerte en las Azores y la península Ibérica sufre sequías. Las nieblas abundan.
Cuando la circulación atmosférica pierde su uniformidad –se ondula– y los vientos árticos consiguen avanzar hacia latitudes más meridionales, se produce entonces una oscilación negativa (NAO–). Como ha sucedido este año, el frío se apodera de Europa y las corrientes oceánicas que atemperan el clima encuentran un obstáculo para avanzar hacia el este.
Los vientos gélidos también se han prolongado hacia el sur en América. El aeropuerto de Miami, en Florida, alcanzó el pasado martes una temperatura de –2,2°, la más baja de los últimos 82 años, mientras que en la capital del estado, Tallahasee, se llegó a –7°. En el centro de Canadá, en cambio, los termómetros marcaron cinco grados por encima de la media habitual para la época.
SIN PATRÓN FIJO / «Las fases positiva y negativa de la NAO son recurrentes, pero se alternan sin un patrón fijo», explica Ángel Rivera, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Rivera afirma que el fenómeno no tiene una causa conocida y se atribuye al sistema caótico inherente al clima, pero insiste en que las NAO negativas son ahora menos frecuentes que en los años 70 y 80. «En invierno, la corriente de chorro se iba a menudo hacia el sur, pero desde 1996 no habíamos tenido una situación como la actual». «Ultimamente escasean las entradas Atlánticas que tanta agua dejan en Andalucía», reitera Martín Vide.
En Grazalema, pueblo enclavado en la sierra gaditana, empezó a llover a mediados de diciembre y desde entonces ha acumulado 1.200 litros por metro cuadrado, una cantidad más propia de los monzones asiáticos. El mes pasado fue el diciembre más lluvioso de los últimos 20 años en España, según registros de la Aemet. La excepción es Catalunya.
Fuente: El Periódico de Catalunya