Los organizadores de los próximos Juegos de Invierno se encomiendan a los cañones de nieve artificial, alternativa para paliar los perjuicios generados por el calentamiento global.
En el 2004, la Copa del Mundo de biatlón en Cesana se disputó a 14 grados, condiciones asfixiantes para los fondistas.
Una alfombra de hierba verde, similar a la de un campo de fútbol, recubre la superficie del circuito de biatlón de Cesana San Sicario, a 1.565 m de altitud, a unos 97 kilómetros de Turín, sede de los Juegos Olímpicos de invierno el próximo febrero. Un grupo de operarios monta planchas de metal, componiendo las gradas, en una esquina del lugar. Un cielo azul, impecable, surca el horizonte. Es otoño y refresca, y sin embargo la región lleva días así, bajo un cielo azul impoluto. Isabella Artana, responsable de la instalación, con la mirada oculta bajo unas enormes gafas de sol, contempla a su interlocutor y se encoge de hombros. «Últimamente, aquí apenas nieva, y ese asunto nos preocupa, por supuesto que sí», dice.
La nieve, en los montes piamonteses y en todos lados, se ha convertido en un bien escaso, en un motivo de preocupación y en una fuente de enormes gastos. El proceso de calentamiento del planeta penaliza los ecosistemas más frágiles: la cota de nieve asciende de forma considerable. Apenas caen copos donde lo hacía años atrás.
Sierra Nevada ha vivido ese trauma: no encanecieron sus montañas en 1995, y los Mundiales de esquí se vieron aplazados por un año. Al año siguiente, en cambio, casi se tienen que suspender por excaso de nieve. El asunto del cambio climático lleva de cabeza a los organizadores de los Juegos de Turín, que se han encomendado a los cañones de nieve artificial, una alternativa válida y eficaz, aunque considerablemente costosa.
«Aquí, en Cesana, cuando se celebró la Copa del Mundo de biatlón, el año pasado, los esquiadores compitieron a 14 º C – dice Isabella Artana-. Fue la peor temporada de los últimos cuarenta años. Por suerte, la nieve artificial nos sacó del apuro: como refresca mucho de noche, esa nieve se conserva siempre en buen estado».
Escenas similares se repiten en otras sedes, como en Sestriere, escenario del esquí alpino, a unos 2.400 m de altitud. Allí, los cañones trabajan a destajo, sometidos a pruebas de última hora. «No nieva», dice Gianni Poncet, director de la instalación de Sestriere. «Y los cañones no podrán fallar: tendrán que trabajar aquí y también en Bardonecchia, sede del snowboard. Si hay un 60% de humedad y temperaturas bajo cero, no habrá problemas. De lo contrario, la calidad de la nieve no será la misma».
Fuente: Nevasport Noticias